Para convertirse en el amado, en Jesús, hay
que imitarlo y dejarse tomar por Él. Aquí tienes un examen que te puede ayudar
para seguir mejor los pasos de esta conversión al corazón del Amado, Jesús, pan
de vida.
1.
Ser tomado, elegido
a. ¿En mi relación con Dios precede siempre este
sentimiento, esta verdad de que he sido elegido y amado por Dios desde toda la
eternidad y para toda la eternidad?
b. ¿Cómo es mi experiencia de ser tomado por Dios? ¿Soy
dócil y me fío de sus manos llenas de ternura que me modelan y hay todavía
miedos en mí?
c. ¿Dejo que Él me tome cuando Él quiera, como Él
quiera, donde Él quiera?
d. ¿Me llena de confianza saber que Él me elige y me
toma para mi felicidad y para llevarme con Él al cielo de su corazón?
2.
Ser bendecido
a. ¿Me siento bendecido por Dios? ¿Cómo lo experimento?
b. ¿Descubro toda mi bondad interior, mi “ser imagen y
semejanza de Dios”?
c. ¿Soy agradecido con Dios por todo el bien que me ha
hecho?
d. ¿Hay algo en mí que me hace sentirme “no bendecido”?
¿enfermedad, cruz, herida, rencor?
e. ¿Busco una bendición más humana o soy dócil a las
bendiciones espirituales de Dios que no siempre siguen la lógica humana?
f.
Las heridas que debo
sanar, ¿las veo como puertas de bendición, que si las abro me traerán la
presencia sanadora de Dios?
3.
Ser partido
a. ¿Vivo este “ser partido” con el espíritu
sobrenatural sabiendo que Dios siempre saca un bien y que tengo que
“repartirme, donarme” desde el dolor de ser partido para las almas que Él me ha
encomendado?
b. ¿Me da miedo ser partido? ¿Por qué?
c. ¿Qué tipo de heridas descubro en mi corazón? ¿las
rechazo, las tapo, las ignoro?
d. ¿He platicado con Dios de estas heridas? ¿Busco
sanarlas desde Dios?
e. ¿Son para mí puertas para que Dios entre y me
bendiga?
4.
Ser donado, entregado
a. ¿Siento la necesidad de ser entregado, hecho don
para mis hermanos?
b. ¿Me mueve a esto mi amor a Dios o hay algo de
“humano”, el ser apreciado por los demás?
c. ¿A quién tengo que donarme que me cueste? ¿A quién
tengo que donar el don de mi perdón?
d. ¿Dejo que Dios me dicte a quién tengo que entregarme
o no le escucho por miedo? ¿Cuándo Él quiera, con quien Él quiera, como Él
quiera?